5 de septiembre de 2008

PÁJAROS HAWAIIANOS (Ruta USA #6)



Fu-fí, fu-fí, fu-fí…

Me comunico con los pájaros hawaianos.
Vaya descubrimiento.


Estábamos en las Akaka Falls, recorriendo el sendero que lleva a la cascada principal desde su hermana menor, la Kahuna Falls. Y me ha llamado la atención un sonido peculiar, procedente de las higueras de bengala, tan abigarradas como los manglares que se ven por Florida y Yucatán. Me he acercado para escuchar mejor y he sentido la presencia de un pájaro que se escondía entre las ramas y que se ha callado cuando me ha detectado a mí. Entonces me he quedado inmóvil, he permanecido en silencio, tratando de no respirar, y ha vuelto a empezar. Cuando me ha parecido que cogía confianza, he simulado un fu-fí, tímido, temerosa. Y él lo ha repetido con la misma cadencia. Y otra vez la misma secuencia. Y otra. Y otra. La oscuridad empezaba a difuminar los bordes de la vegetación y aún no habíamos llegado a la catarata grande, así que no me ha quedado más remedio que seguir avanzando, tropezando por echar la vista atrás para comprobar si mi fu-fí asomaba una cresta o un ala de entre la maleza. Hemos cerrado el National Park, caminando prácticamente en penumbra, pero no he logrado averiguar qué aspecto tiene. Sólo conozco su canto, que sigue registrado en mi cabeza, pausado, indeleble.

No es especialmente melodioso, sólo diferente a todo. Llevo dos días oyendo lo que parecen cientos de ellos, están por todas partes, en las calles de Hilo, en la piscina del hotel, en el aparcamiento del Jack-in-the-Box. Se superponen unos a otros en asimétrica armonía, resultando una música de fondo embarullada y exótica. Pero cuando consigues aislar el canon que emiten, suena algo así como ¡FUFÍ! Y cuando les respondo, se paran unos segundos y vuelven a empezar, cambiando de escala para imitar la mía. El mismo tono, idéntico compás. No me he vuelto loca, tengo testigos, los pájaros contestan.

No es ninguno de los que he encontrado en internet. No eran Ne’ne, bellos en su diminuta figura pero de gorjeo estridente. Ni tampoco Saffron Finch, Nukupuu, Alala, Pueo, Io, Akiapolaau, Amakihi, Apapane, Elepaio, Hawaii Creeper, Iiwi, Omao, Palila, Akepa. Todos me cantan desde su web tropical de la Big Island. Sus nombres evocan canciones ancestrales de la diosa Pe’le, pero no es ninguno de ellos.


Hace unas horas hemos cambiado de isla y aquí no hay fu-fís. Los nativos de Maui no saben concretar a qué especie me refiero. Y me observan enmudecidos cuando me empeño en repetirles el cántico. “Please give it a try. Fu-fí…fu-fí…fu-fí… you must know them”.

No hay manera, seguiré interrogando. Y si es necesario me pasaré el resto de la vida tratando de averiguar qué pájaro es. Ha conseguido despertarme algo muy visceral, lo más parecido a una vocación. Con lo que le está costando a mi coach desplegar mi universo interior, parece mentira.

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