1 de septiembre de 2008

RETOS (Ruta USA #4)

A veces uno no se plantea cuáles son sus límites hasta que se encuentra el desafío ante sus narices. Yo siempre me he preguntado hasta donde sería capaz de llegar en una situación extrema y durante este viaje ya se me han servido varias en bandeja. Ya, ya sé que ninguna de ellas es una maratón y afortunadamente no hablamos de cosas graves, como una pandemia o una guerra. Pero para mi microcosmos particular, estos challenges, como les gusta decir por aquí, me están aportando un interesante bagaje.


Antes de salir de España, contaba de antemano con un reto de tipo mental: recolocar mis esquemas de soltera empedernida, recientemente reconvertida en emparejada-encantada-de-la-vida, pero disfrutando del status sin hijos. Porque sabía que tendría que reinventarme para asimilar que viajaría con cuatro (cuatro!) monadas de 2 a 9 años. Los amigos de mi chico son también treintañeros, pero se han dado mucha prisa :-) Y a priori sonaba estimulante, conocer un poco más a mi morenazo mientras aprendía a adaptarme a los ritmos de una familia entera, con quienes él ya ha viajado durante un par de décadas y que a juzgar por las fotos y sus recuerdos me traería sin duda experiencias inolvidables.

Pero se me escaparon algunos retos emocionales. Como la dificultad para encajar en un grupo nuevo, porque con sus amigotes, los otros, ya había disfrutado de unas cuantas barbacoas y saraos varios. Pero esto era distinto. Sentirme observada, después de tantos años de mujer emancipada, estaba resultando algo extraño (es normal, me decía, son los más veteranos y tienen curiosidad por la nueva). Después de unos días me di cuenta de que el engranaje con Lola, reina destronada de sus dos caballeros, me iba a costar un poco más. Y que los peques adorables, que a diario me llenan de ternura, podían parecerme intrusos inoportunos porque correteaban con el volumen a tope en el preciso momento de compartir en pareja un atardecer muuuuuy romántico esperando el rayo verde de Waimea.

Todavía no he mencionado mis retos físicos. La aventura de La Pupas empezó el primer día en San Francisco, tras un pateo por todo el pier 39 (y más allá) con unas chanclas playeras de dedo, que amén de no sujetar más que eso, el dedo gordo, colaban entre los demás los 11 grados Celsius del Norte de California… sí, en agosto… lo que vemos en las pelis es el Sur de California… menos mal que yo ya lo sabía! No me quedó otra que tragarme el orgullo de autosuficiente para parar a todo el grupo y comprarme unas Converse (a mitad de precio, eso sí) y unos calcetines. Pero el daño ya estaba hecho y me costó dos ampollas de las de adolescente montañero. Con ellas en carne viva me vi unos días después escalando entre resoplidos el Sentinel Dome, maravilla del Yosemite Park. No os aburro más, leed el post y reid a gusto, ya exorcicé allí a mis demonios infantiles.

La última (por ahora) ha sido esta tarde en Wailua Beach, paraíso surfero. Con esta descripción no os tengo que definir el tamaño de las olas, a que no? Pues a estos valientes padres, que dicho sea de antemano, están educando a sus churumbeles de modo admirable, se les ha ocurrido que no pasaba nada por jugar un rato a esquivarlas. Pero claro, como somos tres adultos, ¿algo más lógico que repartirnos a los enanos? Ahí me tenéis, de la mano de una muñequita de 4 años, que gritaba emocionada y saltaba sin ningún temor, mientras yo trataba de no rodar arrastrada por la fuerza de la corriente y me tragaba todo el Pacífico para evitar que ella metiese la cabeza. Se lo ha pasado pipa, pero a mí han tenido que rescatarme entre su padre y mi chico, sorprendidos de mi ataque de mal humor y nerviosismo. Ya se me está pasando, pero he estado a punto de estrangular a todos los mayores de 18.


Fotografía © David Rodríguez
Me consta que todos ellos están poniendo de su parte. Félix empieza a prestarme atención cuando meto baza en las conversaciones. Lola ya no parece ofendida cuando pongo la mesa de forma distinta a la suya. Los niños, si recuerdo que son niños, son exquisitos… a ratos me los comería a besos. Y sobre todo, David ya no me mira inquisitivo. En cualquier caso, me siento orgullosa de mis propios logros por estar a la altura. Este debe de ser el viaje del que me habían advertido.

2 comentarios:

  1. Me parto de risa imaginando lo de las chanclas y la imagen vuestra en las olas :)))

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  2. Ooopsss... se suponía que ningún seguidor del blog conocía a "Lola & Félix" ;-)

    Bueno, como ves he sido buena y les he cambiado los nombres... y baaaahhh, no "hago sangre" :-DDD

    Me alegra servir para tu regocijo y solaz, ca-chon-do!

    Besos,
    E

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