16 de abril de 2008

ALICANTE EN ABRIL

(1er Acto)
Fotografía © Elisa Agudo (es mi cartera!)
Mira ésa, qué está haciendo. Va a bajar de la pasarela. Sí, qué huevos. Hala, abajo. ¿Pero se puede estar tan colgada? No se viene a la playa de traje. Y con el maletín y las gafitas de diseño esas que me lleva. Tío, en serio, tú mírala. Que ha dejado el bolso en la arena y se está quitando los tacones. No me lo creo. Va a meter los pies en el agua. Pero si hace una rasca del copón. Pues se los ha mojado. Con un par. Y ahora qué. Mirando al infinito, como si se la fuera a tragar el mar. Eso, corre, que te pilla la ola. Es alucinante. Y por qué estira los brazos, si parece que va a entrar en trance. Ni se inmuta, con la de peña que hay. A que me acerco y le cojo los zapatos, a ver si reacciona. Que sí, Juancar, que te lo digo yo, que ésta no anda bien de la perola. Olé, se ha sentado. Y se pone a mandar SMS, la colega. Nada, oye, tú a lo tuyo. Anda, tron, pásame la mochila que llamo a Natalia, a ver si va a tardar mucho.

(2º Acto)

EL LAÚD DE PANIAGUA

A veces basta una melodía para hacernos regresar. Volver a otros tiempos, mejores o no, pero otros. Retroceder al pasado sólo por unas notas. Sin quererlo ni buscarlo, así de repente.

Y no importa lo feliz que se pueda ser en esta existencia, la de ahora. Aquella siempre nos trae una suerte de nostalgia. No son sólo recuerdos, es algo más dentro. No hace falta recrearse y hurgar en la memoria. Te asaltan las imágenes. Los olores. Las sensaciones. El calor. Las mariposas en el estómago, ésas que cada vez son diferentes a la anterior. Ni más aladas ni menos, sencillamente distintas.