16 de abril de 2008

EL LAÚD DE PANIAGUA

A veces basta una melodía para hacernos regresar. Volver a otros tiempos, mejores o no, pero otros. Retroceder al pasado sólo por unas notas. Sin quererlo ni buscarlo, así de repente.

Y no importa lo feliz que se pueda ser en esta existencia, la de ahora. Aquella siempre nos trae una suerte de nostalgia. No son sólo recuerdos, es algo más dentro. No hace falta recrearse y hurgar en la memoria. Te asaltan las imágenes. Los olores. Las sensaciones. El calor. Las mariposas en el estómago, ésas que cada vez son diferentes a la anterior. Ni más aladas ni menos, sencillamente distintas.


En ocasiones es un viaje, o un lugar, o una experiencia concreta. Y en ocasiones, como ésta, las más, es una persona. Alguien que te marcó, no importa cuánto tiempo compartiera tu vida. Es una cuestión de intensidad. Puede tratarse de un momento fugaz, de 7 meses sin dormir ni estudiar ni querer separarme de él.

Y entonces la vivencia se hace más real y casi me parece tenerle al lado de nuevo. Y vuelvo a abandonarme a sus besos, una tarde entera en un sofá de la buhardilla cuando aún no éramos uno. Y vuelvo a emocionarme con su cesto de flores cuando ya me había ido, y con las explicaciones a una Trisha sorprendida de su little Spaniard. Y vuelvo a extasiarme con el roce de aquellos labios, apenas un segundo, cuando decidí que no quería irme. Y vuelvo a vibrar con la guitarra de La Soleá y con sus manos que me buscaban escondiéndose de las miradas gitanas. Y vuelvo a llorar con su Te Quiero, Mi Niña, cuando por fin regresé y por fin le tuve donde yo había soñado y por fin dejé de temblar y por fin no me quedaba ningún principio absurdo que descartar de mi cabeza.

Y por eso no tiene sentido preguntarse a qué viene este flashback. Carece de importancia cuántos años hayan transcurrido. No sirve analizar las razones ni la sinrazón. Porque sin esos trozos de vida, almacenados sin mucho orden en algún rincón de mi cerebro, o de mi alma, yo no sería la que soy. Porque las personas importantes que me he encontrado por el camino han conformado mi ser. Mi sentir. Mi pensar. Y sin ellas, me faltaría lo más necesario. El pulso vital. Ese que me permite saborear cualquier instante, por pequeño que aparezca ante ojos ajenos. Ese que me otorga la capacidad de sonreírle al primer rayo de sol o al último de luna. Ese que muchas veces me lleva a escribir ñoñerías. Pero que muchas más veces es el responsable, ni más ni menos, de que me brillen tanto los ojos. E incluso se tornen verdes, como en Galicia. El latido del Universo entero dentro de mí, regalándome las ganas de ser yo misma, cueste lo que cueste. Y de compartir mi éxtasis con las siguientes personas que cruzan mi senda.

Gracias, Julián, por esa canción que me hiciste escuchar casi manteniendo la respiración.

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