14 de julio de 2008

DESVARÍOS DE UNA EX-DIRECTORA

Silvia, antes, quería ser Directora. No sabe muy bien de qué, de nada en especial, sólo Directora. Ejecutiva agresiva, una directiva de gran multinacional, con mucho prestigio, la mejor reputación y ganando una pasta. Pero sobre todo alguien importante.


Quizá es porque se ha criado bajo la atenta mirada de un padre para quien “ser alguien” es un leit motiv. A pesar de que el tiempo haya demostrado que esa deferencia, que nos otorga o niega nuestra absurda sociedad, no le ha llegado a hacer tan feliz como pensaba. Y por supuesto sin entrar a valorar que ella ya ES desde que nació, mucho más allá de lo que nunca haga o deje de hacer en la vida.
Quizá es porque la ha criado una madre que considera que cualquiera de los trabajos que ha tenido supone poca cosa para ella. No es relevante si se debe a sus expectativas altísimas, o a una sorprendente admiración desmedida de sus cualidades o, sencillamente, a la superación de sus propias frustraciones proyectadas. Lo que le pesa realmente es su tono cuando lo dice.
Quizá es porque ella misma se ha autoimpuesto un nivel de exigencia que le impulsa a crecer, pero le impide volar tras sus sueños.

La duda es ¿por qué? La motivación aparente era que le hacía sentirse bien. Y durante años se lo ha estado creyendo, aspirando a eso. Pero la pregunta real que debería plantearse es ¿para qué? Todos los argumentos que la incitan a cambiar de idea dan respuesta al para qué. Qué implicaría en la práctica llegar a esa cumbre. Qué se vería obligada a dejar por el camino. Ni siquiera tiene claro si quiere seguir persiguiendo esa misión, pero cada vez es más consciente de cómo sería, a costa de qué.
A costa de dejar de tener vida, espacio para sus necesidades, tiempo para las personas que le importan, energía para las cosas que le interesan.
A costa de vivir obsesionada con el cargo, con la responsabilidad, con el corporativismo, con un objetivo, en vez de dejarlo todo atrás en cuanto cierra la puerta de la oficina (… o como dice Laura, ya se obceca con su condición de recomendada).
A costa de monopolizar las conversaciones con insoportables prepotencias o con aburridas jerigonzas, en vez de relajarse y disfrutar de una intensa tertulia (… o como dice Esteban, ya es incapaz de desconectar).
A costa de vender su alma, o su integridad, o su honestidad, o su ser interior (… aunque como dice Miguel Ángel, sea posible lograrlo sin corromperse).

Silvia ha visto a unos cuantos directivos desde la barrera y por eso esta historia ya no le convence tanto. Pero todavía le quedan muchos muros que escalar, venciendo las opiniones de las personas a quienes admira. Porque su propio jefe la sigue retando con eso de que tiene que demostrar que está capacitada. Porque su padre la tacha de infantil por la utopía de querer encontrar un trabajo ideal. Porque hasta su chico la descoloca, aunque no la juzgue, diciendo que no cree que tenga alma de empresaria.
Es posible que todos ellos tengan su parte de razón, porque todos ellos la conocen en una o varias facetas. Sin embargo, la opinión que más le ha impactado en los últimos tiempos ha sido la de Carmina, que le espetó aquello de “Yo no te veía en el papel de ejecutiva, cuando me insistías en que tu ilusión era convertirte en no-sé-qué-cosa-ambiciosa. Casi te he visto nacer y eso no es lo tuyo”. Y luego apareció Isma, después de tantos años, y le regaló toda una lección: “Cuando te decía que no hay que quejarse de vicio no me refería a lo de tomar conciencia de la carencia ajena, no. Me refería más bien a la propensión generalizada que tenemos todas las personas de poner el acento, el énfasis, a la manía que tenemos toditos todos de mirar solo hacia lo que no tenemos, como si negáramos constantemente lo que somos y quisiéramos todo el tiempo ser otra cosa.”

Silvia quería ser Directora. Y todavía quiere ser algo, indefinido y extraño. Pero la nebulosa de su cabeza no es suficientemente densa como para no dejarle ver que no es exactamente ése el punto de llegada. No tiene ni idea del recorrido, pero empieza a perfilarse con nitidez que la meta no será todopoderosa. No sabe cuánto tiempo le llevará luchar contra los juicios alrededor. Y cuánto vencer a la voz de su conciencia que, reticente y extenuante repite “es lo que debes”. Pero debe darle pábulo a su intuición que, aunque sólo sea un susurro, la azuza con un “esto no es lo que quieres”.

Silvia quería ser Directora. Pero ahora ya no. Y lo conseguirá.
En palabras de la escritora María Tena: “Lo que hace peligrosas a las personas no es su profesión sino el modo de estar en ella, lo que se es capaz de sacrificar por la ambición, por el dinero, por el éxito. La utilización que se hace de las personas que a uno le rodean (…) ¿Sería polémico decir que cuando alguien quiere vender algo suele ocultar el lado oscuro del producto? No es mi mundo ni me interesa, pero es una cultura que contamina todo lo que nos rodea: tanto vendes, tanto vales. Me interesa mucho más la gente que cree en otras cosas. Me siento más identificada con los perdedores o con los que están dispuestos a perder algo a cambio de ser dueños de su vida.”

2 comentarios:

  1. Estoy de acuerdo, aunque dueño, dueño, no sé... prefiero ser servidor de mi vida (ella es la ama).

    ResponderEliminar
  2. (Linked from http://arterapiasentimental.blogspot.com/)

    Gracias por tu post.

    Muy intenso, tu blog, y preciosa la foto del Gran Canal.

    Abrazos desde Mixto con Huevo

    ResponderEliminar

(Deja tu loncha):