23 de febrero de 2009

ME HAS PILLADO

Esta misma tarde, uno de mis principales clientes me ha confesado que había estado husmeando por este blog (desde luego no laboral) y que le parecía cuanto menos atrevido que a veces me lanzara a contar anécdotas de empresa, así, a la vista del gran público. Cuando he conseguido recuperarme del sonrojo y del shock, lo primero que le he aclarado es que este espacio no tiene ningún gran público ni lo tendrá. Y lo segundo ha sido reírme y llamarle cabrón, por leerme desde hace tiempo sin que yo lo supiera. Pero internet es así y es cierto que podría acceder cualquier cliente mordaz (categoría de la que él quedó excluido hace tiempo). Además, en el fondo me ha hecho gracia; sobre todo cuando, en otra confesión, me ha acabado contando que él también escribe. Y al final la conversación ha resultado aún más entretenida de lo habitual.


Desde que empecé la ronda de viajes 2009 no he hecho más que escuchar quejas sobre la crisis del sector. Y me consta que su día a día es todavía más complicado, así que creo que ambos nos merecíamos este receso. He llegado a mi siguiente cita con un distribuidor media hora tarde y a punto de rozar la ebriedad, pero con una sonrisa complacida y moviendo la cabeza de lado a lado en completa incredulidad.

Hora y media después, tras una tediosa disquisición sobre cómo reinventar la rueda de este negocio, he conseguido marcarme una escapada a la costa. Deprisa y corriendo, porque anochecía, me he cruzado toda la ribera, hundiendo los tacones en la arena. Cuando he llegado a la orilla, el mar inabarcable me ha devuelto por fin la mansedumbre.

Podría añadir que, de vuelta, he topado con el taxista más encantador de la ciudad. Argentino hijo de gallegos, hemos pasado del caos de aquella nevada en Madrid a sus experiencias en la época del peronismo. Podría añadir que me ha sorprendido llegar a un hotelito pequeño pero remodelado en plan design, al estilo de lo que proyecta mi hermano. Podría añadir que he gozado con una cena minimalista en el Oceanográfic, festín de texturas, mientras bancos de doradas y rayas nadaban en torno a mí. Pero nada de eso parecería gran cosa, satisfacciones menudas que tiene esta profesión… aunque creo que la actitud vital tiene algo que ver.

Saludos de tu comercial (agresiva, que no belicosa)


P.S. para Yirif: Este post va sin concesiones literarias como el del tren. Te recuerdo que ahora tú me debes una, perro!

2 comentarios:

  1. Hola, soy yirif. Ya no me acuerdo de mi contraseña, demosle gracias una vez más al señor Alzheimer.Habría que ver qué es lo que hay de concesión literaria en el post del tren y qué es lo que hay de realidad pura y dura, jeje.
    Sé que tengo una deuda y he buscado, y seguiré buscando, entre mis oxidados diskettes algún texto mio añejo que haga honor a una lectora como tú, pero no te garantizo que sea capaz de encontrarlo entre el marasmo que un tipo como yo, acumulador compulsivo, ha juntado en cuatro décadas consecutivas flirteando con el sindrome de Diógenes. Un beso.

    ResponderEliminar
  2. Hola, desmemoriado

    Las concesiones literarias fueron sólo en lo que te afectaba a ti (había que pintarte chungo para darle enjundia a la trama) y al vinito (tiré para mi tierra en vez de la tuya, con permiso).

    No flirtees más con Diógenes, que hasta donde yo sé se te daría mucho mejor usar tus armas con una bella valenciana.

    Besos desde el sandwich

    ResponderEliminar

(Deja tu loncha):